Thursday, September 28, 2006

Maldito País (I)

“¿Qué sería de nosotros sin un país inteligente como es Francia?” Antonio Gasset

El odio apasionado y tradicional, pero no menos irracional, que siente la gran mayoría de españoles (españoles, catalanes, gallegos y vascos, si os apetece puntualizar) en relación a la población francesa, he resuelto, no es más que una reacción propia de algo tan bajo y triste como es la envidia, la envidia cochina.
Imagino que por decir lo que he dicho, y lo que me queda por decir, recibiré una fuerte oleada de indignación. Sé que es inevitable que muchos me critiquen y que tantos otros hayan abandonado la lectura de este texto en su primer párrafo. No obstante confío en que haya por parte de los lectores (del segundo párrafo) un ligero ejercicio de reflexión y autocrítica, siendo a la vez consciente que a muchos les va a costar horrores y que a los demás les será imposible. 
Para demostrar que la aversión ibérica hacia Francia es producto del orgullo malherido expongo a continuación, de forma esquemática y de cómoda lectura, una pequeña muestra de motivos por los que se envidia al país vecino:

-porque tienen cuatro veces más clases de queso que nosotros.
-porque sus vinos son tan buenos como los nuestros
-porque su pan es crujiente por fuera y mullido por dentro, mientras que el nuestro es una pasta uniforme de textura similar a la del chicle
-porque tienen una nariz mayor y una lengua más bonita que la nuestra (Cirano lo demuestra)
-porque ellos derrotaron a los musulmanes (Poitiers, 732) y a nosotros nos invadieron
-porque ellos tienen a Juana de Arco y nosotros a Juana la Loca
-porque el Cid partía a los hombres por la cintura, mientras Roldán lo hacía de arriba a abajo
-porque ellos fueron los más destacados en la Ilustración y nosotros los más destacados en la Inquisición
-porque ellos son recordados por la Revolución Francesa y nosotros por perder la Guerra Civil
-porque ellos tienen una bandera tricolor y la nuestra sigue siendo bicolor
-porque su cine es infinitamente mejor que el nuestro
-porque ellos veranean en España y nosotros también
-porque ellos tienen Cannes y nosotros Marina d’Or
Hasta aquí la parte más demagoga del discurso. 

Se suele justificar el odio a los franceses por su prepotencia, pero, ¿no son los madrileños los que hacen ostentación de su chulería? Los argentinos también suelen tener un ego desbocado y, a menudo, actúan con descarnada falsa modestia. Pero nadie odia a los argentinos. Su prepotencia no es odiosa, es simpática. Además, hablan en español.
También se dice de los franceses que son unos finolis, pero también hay quien dice que son unos guarros. Se les tacha de “listillos” y de intolerantes; y por eso no se les tolera. 
Para concluir brevemente y a modo de aclaración, no pretendo en ningún caso realzar Francia, país por el que no tengo nada ni a favor ni en contra, sino (como espero que hayáis percibido todos los lectores no superficiales) demostrar la miseria y bajeza propia de este país, España.

Thursday, September 07, 2006

¿Para qué coño quiero yo costo?

En el viejo bar dos tipos próximos a ser veinteañeros apuraban sus cervezas en silencio. Uno comía pipas, el otro, las uñas. Una vacía conversación compuesta de cometarios prediseñados les ayudaba a pasar el tiempo.
-Vaya mierda, ¿no?
-Pues sí.
Era verano y eran las seis de la tarde pero el día era oscuro. Oscuras nubes cubrían el cielo dispuestas para un diluvio estival que se anunciaba desde media mañana, pero que no acababa de acontecer. J.M. se dirigía al viejo bar arrastrando los pies, con un cigarrillo colgando entre sus adormecidos labios y la vista perdida en el asfalto que pisaba. No necesitaba ver el camino, lo recorría por automatismo. Cuando llegó al bar, deteniéndose en la entrada, hizo una rueda de reconocimiento de los parroquianos, mostrando una mueca de aborrecimiento al encontrarse sólo con viejos puretas cabizbajos sentados en la barra. En una mesa del rincón, pero, encontró sonrientes a los dos jóvenes, que le hicieron señales para que se acercara y se sentara. Como el bostezo, la sonrisa se contagia y así se dibujó en el rostro de J.M. “Mmh… pardillos.” pensó alegremente “Perderé un rato con ellos, a ver si me invitan a una mediana”.
-Hola J.M., ¿que tal?
-¿Como va, J.M.?
-Bien, bien…-Contestó con voz ronca, tosiendo a continuación. Los chicos sonreían y observaban a J.M. con atención, intentando captar cada uno de sus movimientos y registrar cada una de sus palabras. J.M. no tenía reparos en reconocer que le gustaba que los pardillos le admirasen, aunque por otra parte le desconcertaba, pues no veía en él nada digno de admiración. -¿Y como va eso chicos?
-Bueno, pues aquí… sin porros. 
-Privando y eso. En el bar.
-Ya veo, ya…
Hubo una pausa, poco más quedaba por decir. Los chicos se incomodaron, J.M., por otra parte, fumaba distraído.
-Eh… J.M., tú no sabrás de alguien con costo y eso. Para pasar.
-No. –Dijo J.M. levantando una mirada de un solo ojo, ya que le entraba humo por el otro y lo mantenía cerrado. Con profunda voz, sentenció: En agosto no hay costo. 
Lo chavales sonrieron. Les encantaban las frases hechas de los puretas. Las memorizaban y las repetían, les daba la impresión de entrar en la sabiduría popular del mundo de la droga. J.M lo sabía, sabía impresionar bien a esos muchachos. También sabía ganarse las cervezas.
-¿A quién le pilláis?
-Al moro.
-Mmh…- J.M. aparentó reflexionar. Asintiendo con la cabeza añadió: buena grifa.
-Ya, ya. Pero dice que no tiene nada. Es que esta ciudad es una mierda.-Dijo el pardillo simulando preocupación y desengaño.- Imagínate que llevamos una semana sin costo.
De hecho, se trataba de una doble actuación.
-De hecho,-dijo J.M., pensando en su cerveza- tengo un colega que vende en la playa. Marihuana de la buena. Pero se la vende a los giris, más cara, ¿sabes? Claro que yendo de mi parte…- J.M. esperó que aquello animara a los chicos, haciéndoles creer que “iban de colegas”. Pero no funcionó.
-No, hierba no. Queremos costo.
“Gilipollas” pensó J.M. El chico continuó hablando.
-Es que la hierba es para consumo especial sabes, para ocasiones contadas. El chocolate es de cada día y eso. El de “buenos días”, el de “buenas noches”. Yo prefiero la hierba, ¿sabes?, pero es que…
La atención de J.M. no era en absoluto constante, menos ante esos chavales. Comenzaba a aburrirse de los dos pardillos y perdió la esperanza de que le invitaran. “Maldito fumetas,” pensaba “siempre hablando de lo mismo. Haciéndose los importantes. A ver si viene N. y charlo con él un rato. Estos tíos me están cansando con tanta tontería. Y los muy gilipollas son tan rancios que ni para un quinto me van a dar. Sentarme aquí a sido una gilipollez.”
-¿No habréis visto a N. por aquí?
-Pues no, no ha venido. Lo que te decía, que lo que pasa con la hierba que se cultiva aquí es que la gente no tiene ni idea. No es que yo sea un experto, pero me gusta saber que fumo…
J.M. volvía a estar inmerso en sus pensamientos y en su cigarrillo “…con su estúpida falsa modestia, haciéndose los garrulos y demostrando a la vez cuanto saben de agricultura. Putos bastardos de mierda, siempre tocando las narices con sus especies y sus semillas. Mejor me voy para casa. Hay latas en la nevera. Pero joder, justo ahora se pone a llover. Me cago en…”
-¿Quieres una cerveza?
-¿Qué?
-Que si quieres una cerveza.
-Vale si…
Uno de los pardillos, el que más hablaba, se fue hacia la barra, creando un nuevo silencio entre J.M y el otro pardillo. El pobre chiquillo, sin poder evitarlo, soltó el primer comentario que se le ocurrió.
-Esto de estar sin costo es una mierda. Nunca debí engancharme.
J.M. no le dijo nada. No vio por qué.
“Al menos ya tengo mi mediana. A ver si llega N. y charlo con él un rato. ¿Qué no tienes costo? Pues vaya. Yo tampoco, pero no le caliento la cabeza a la gente. Yo me voy a la ferretería, me compro un buen tubo de cola de impacto y lo vacío en la misma bolsa que me dan al salir, luego, le enchufo la tocha y aspiro. ¿Para qué coño quiero yo costo?”

A las 6.30 de la madrugada, S., agotada por una noche que se inició con sonrisas y que terminó con bostezos no soñolientos, subió al autobús cantando internamente, de forma continua, una canción cuyo nombre no recordaba.

“… porque es esa canción. ¿Pero que coño le pasa a toda esta gente que no deja de mirarme? Viejas, currantes y borrachos, nada más que eso. ¿Es que tengo monos en la cara, o qué? Y tú, el gilipollas de la gorra, ¿que coño miras? ¡Anda, que les den por culo a todos!”

Un chico, argentino, aunque quizás uruguayo, se sentó junto a S. y permaneció quieto observando la cabeza de esta.
-¿Qué?- preguntó ella molesta.

“¿Qué coño estas mirando?”

-¿Cómo consigues levantarte la cresta?-Preguntó él.
-Con jabón de lagarto.
-No sabía que hicieran jabón con los lagartos.
-No es que esté hecho de lagarto, sólo que se llama así.
-¿Y que clase de jabón es ese?
-¿Qué pasa? ¿Es que quieres hacerte una cresta tú también o qué?
-Pues quizás si.

“Maldito pelmazo, vete a sentar al fondo y déjame en paz ya”

-Pues es jabón del puro. De pastilla.
-¿Cómo el jabón de Marsella?
-Yo que sé. De Marsella no es, porque lo hacen en Zaragoza.
-¿Y dónde puedo comprar “jabón de lagarto”?
-¡Y yo que sé…!
-Bueno, no te enfades.
-No me enfado, pero es que lo puedes comprar donde quieras. Dices: Jabón de lagarto, por favor. Y te lo dan. Y si no, dices: jabón para levantar crestas, por favor.

“Esto a tenido gracia, pero mejor me callo. Quizás así deje de preguntarme estupideces. Vaya una mierda de autobús, no hay nada más lento. Falta un rato, ¿no?¿Pero al argentino este que le pasa?¿Por qué no se va por ahí de una vez? ¡Que te largues! ¿Como se llama la canción esta? Lo tengo en la punta de la lengua. Lo que pasa es que el baboso este no deja concentrarme. Aunque quizás él lo sabe. Vamos, podría ser , ¿no?”

-¿Oye tu conoces una canción de Parálisis…?
-¿Una canción de qué?

“Vete a tomar por culo. Qué coño va a saber el baboso este… Si es que yo sé como se llama pero no consigo acordarme. ¿Y la vieja esa por qué me mira ahora? Pero bueno, ¿qué le pasa a la gente de este autobús? Que se miren sus propios jetos, ostias. A ver si corre más este bus de mierda. Me están entrando unas ganas de fumar. ¿Y tú cuando piensas largarte, baboso?”

-Bueno, esta es mi parada. Hasta otra, guapa.
-Sí, sí… Adiós.

“Que pesao el tío. Al fin se marcha. Era algo así como… No, no era nada de eso. ¿Me ha guiñado el ojo? Puto borracho de mierda, como me haya guiñado el ojo me bajo del bus y le aplasto la cara contra el asfalto. Maldito gilipollas comemierda. Bueno, pues eso, la canción. Tengo que salir de esta autobús ya. Parece que esté en el zoo. Bueno, en el acuario. Por los cristales, ¿no? En el acuario dónde la gente viene a verme. Como a los animales. Ah coño, ya me acuerdo.”

TODO EL MUNDO

Ayer vi “Els Joves” y felizmente recordé, una vez más, que existen y que siempre estarán ahí. Ayer también visité uno de estos blogs y advertí que el autor hablaba de si mismo en él, a modo de diario personal/público, lo que no es mala idea. Yo casi nunca hablo de mi mismo, tan solo de gente con nombres de letra como los dedos del Predicador. Hoy me he levantado, me he tomado un café y ante el ordenador he comenzado a escribir “Ayer vi Els Joves…” y he decido poner una foto de grupo de los mismos para seguir la línea que he mantenido en las últimas publicaciones, en todas ellas fotos de grupo, cosa que se ha dado de forma inconsciente hasta el día de hoy con esta. Antes de ayer vi aquella película, Spun, de la cual se habla demasiado, pues no esta nada mal y tiene algunos momentos muy bonitos que se han quedado eternamente gravados en mi subconsciente y que recordaré felizmente en los más inesperados momentos, de forma aleatoria y sin sentido, más no es una película que se imponga sobre las demás ni que aporte nada nuevo al arte al que pertenece y al subgénero en el que se incluye. En cualquier caso allí felizmente descubrí una versión de los Maiden, de The Number of the Beast, tocada con guitarra acústica, que resultó ser hipnótica si más no. La versión la canta el mendas ese de los Pumpkins al que le aplastaría sin dudar la pumpkin que lleva sobre los hombros, no sin reconocer tristemente que ESA canción a mi me gusta (por suerte, siendo una versión, su merito es menor). Ayer descubrí a Lonnie Donegan, que, a su manera, es también hipnótico. Mi hermano dijo que era “un poco estresante” lo que me hizo pensar que lo que pasa es que a E. no le gustan los ritmos acelerados y por eso hace una música que tantos pocos comprenden. Ayer descubrí que Vince Taylor era muy feo, lo que hizo que me gustara su música un poco menos. Antes de ayer me corté el pelo, o parte de él. Hoy leo lo que estoy escribiendo y me dan ganas de borrarlo porque es pedante y poco interesante, aburrido, aunque por una vez hablo directamente de mi mismo, lo que, la verdad, no se si es bueno o malo. Me consuela saber que nadie, o casi nadie, va a leerse esto o va a leerlo en su totalidad. Procuraré publicar algo nuevo lo antes posible para que la presente quede felizmente en el olvido. Y es que la verdad no se porque hoy, después de tomarme un café, he comenzado a escribir aquello de “Ayer vi Els Joves y felizmente recordé, una vez más que existen y que siempre estarán ahí” y no me he detenido después de ese primer punto (esto es lo que se llamaría “escritura automática” si no fuera porque me he detenido a corregir las faltas).