Saturday, July 14, 2007

Querido sr. S:

Escribo hoy para pedirte ayuda, que sé que me concederás porque quién te la pide es un amigo y porque te servirá para saciar tu curiosidad, la cual despertaré con el relato que sigue.
Hace dos semanas, más o menos, llegué un día tarde al trabajo por la visita de un inspector de policía. Muy pronto por la mañana, habiéndome apenas vestido y sin haber desayunado, llamaron a la puerta un hombre uniformado con cara de sueño y un señor sin uniforme pero con placa también. Muy amablemente me rogaron estos señores si podían hablar conmigo y con todo aquel que viviese en el piso, eso sin disculparse por la temprana hora. Muy amablemente les ofrecí un café que rehusaron y les respondí que justo aquellos días estaba yo solo en la casa, aunque habitualmente solía haber una persona más.


Insistió el inspector (sin uniforme) en que no se trataba de ningún interrogatorio, sino de una simple y rutinaria “recopilación de información” relacionada con mi vecino. Les dije que ni tan siquiera sabía que teníamos vecino, siempre creímos que el piso de al lado estaba vacío. Al parecer un tal V., de unos veintipocos años de edad, vivía pared con pared con nosotros hasta que desapareció dos semanas atrás, siendo este el asunto que la policía deseaba tratar. En ese caso, como está claro, la ayuda que yo pudiera ofrecer era ninguna. Aun así, quizás por compromiso, el inspector charló un poco conmigo mientras que el agente de uniforme se mordía las uñas. Esto fue lo que provocó mi retraso en el trabajo pero valió la pena.
V., al parecer, hizo un viaje de tres días a Al-Haram, en Egipto, del cual, según la compañía aérea, regresó. Y entonces desapareció. Quizás en el aeropuerto, no está muy claro. Su novia denunció la desaparición pasada una semana de su regreso, tras llamar al hotel, a la embajada y a la compañía aérea dónde le aseguraron que V. había tomado el avión de regreso. No había noticia alguna de su equipaje. La teoría de ella (la novia) es que V. sigue en Al-Haram y que alguien tomó en su lugar el vuelo de regreso. “Tonterias” según el inspector. A mi no me parece tan descabellado aunque, no obstante, la explicación más simple es que desapareciera una vez hubiera regresado. Se despidió el inspector concertando una “casi segura entrevista para la semana que viene” que nunca tuvo lugar.
Con quién sí tuve una entrevista fue con los padres de V. quienes, sospechosos de cierto escepticismo y pasividad policial, decidieron “recopilar información” por ellos mismos. Unos señores ya mayores, muy formales, muy atentos y comprensivos incluso en la situación que estaban viviendo. Sin poderles dar yo nada me agradecieron con insistencia que, como mínimo, les hubiese atendido. De ellos saqué que V. era dependiente en una ferretería, aunque había estudiado en la universidad, creo que Geografía. Que le gustaba mucho la música y tenía especial interés por la historia, en concreto, la Baja Edad Media. Era militante del Partido Comunista, como su padre. Había ido a una especie de encuentro, allá en Al-Haram, relacionado con el Partido. No hubo forma de localizar a los organizadores.
Sin que yo me sorprendiera demasiado, pasados unos días, acudió también la novia de V., una chica bastante guapa. El motivo de su visita era idéntico al de las dos últimas entrevistas aquí descritas, cosa que en la presente mencioné por su evidente relevancia. La novia de V. se alteró bastante al oír que los padres fueron los segundos visitantes, pues, según afirmó con seguridad, estos, en realidad, habían muerto años atrás en un accidente de coche. De viaje por Bulgaria, creo. A partir de este punto la chica, más que preguntarme por V., de quién yo poca información podía dar, lo hizo sobre la visita de los supuestos padres. Les describí a ellos y el desarrollo del encuentro. Ella negaba con la cabeza sin parar. Según me dijo, casi todo en cuanto aquellos señores habían dicho sobre V. era mentira, salvo que era militante del Partido Comunista (como lo fue su padre en vida) y que tenía afición por la música, pero no demasiada. Su novio en realidad era cocinero, y nunca había estado en la universidad. Tampoco había ninguna reunión en Al-Haram, V. había ido a ver a un amigo, P. (que ella también conocía y con quien también tenía amistad) y para visitar el país pues, en lugar de interesarse por la Edad media, su interés en la historia recaía realmente en el Antiguo Egipto. A P. lo llamó hacía más de una semana pero este aseguró no saber nada del paradero de su novio, ni tan solo haber hablado con él en los últimos tres meses. Es más, desde hacía varias semanas ya no vivía en Al-Haram, sino que se había trasladado a Abu Halab.
La chica supuso que los “padres” estaban relacionados con quién fuera (quizás ellos mismos) que se hizo pasar por V. en su viaje de vuelta y responsables de su desaparición. Puse en duda la suplantación en el avión a lo que ella no veía otra posibilidad ya que, según me contó, ella esperó en el aeropuerto ante la única puerta de salida hasta que el avión quedó vacío. También puse en duda que ella fuese quien decía ser, pues tanto podían mentirme los señores de la anterior entrevista como ella misma. Se echó a reír pero se detuvo en seco y mirando al suelo reconoció que mi duda era razonable. Me mostró una foto de los dos, que podría ser falsa, pero que me permitió poner rostro (aunque no fuese verdadero) a V. No muy alto, con el pelo corto, de ojos azules (como lo fueron los míos), boca pequeña y labios finos, joven pero con cara cansada. Muy delgado. Mientras miraba la foto, ella, más pensando en voz alta que hablando conmigo, planteaba la posibilidad de que la desaparición tuviera algo que ver con el Partido Comunista, por ser lo único verdadero mencionado por “sus suegros”. Luego mencionó algo más sobre egiptología pero su discurso se oscurecía hacia el monologo interior y yo me perdí.
Al final me dio su teléfono y dio gracias tanto como disculpas. Cuando se marchó, sin mucha reflexión, decidí que creería su versión.


Esta mañana ha llegado N. Se lo he contado todo y le he advertido de una poco probable visita de la policía para hablar con él. Se ha reído un buen rato y luego me ha dicho que en una ocasión habló con V. (dice que creía habérmelo contado). Al parecer, hacía unos meses, llamó un día a nuestra puerta para preguntar sí nos habían cortado el agua, ya que a él, al parecer, sí. N. lo comprobó y le dijo que sí (hubo una avería en el edificio) y entonces le regaló una botella por si le entraba sed. Y eso es todo. Luego me ha contado que solía oírle a través de la pared de su habitación, que debía comunicar con el salón de la otra casa. Se oían “curiosas reuniones” en las que normalmente, al principio, se escuchaba una única voz soltando frases cortas entre largos silencios. Luego esa misma voz hacía una especie de recitado que otras voces repetían a coro. Finalmente, todas las voces a cantaban un poco y luego hablaban normal. Todo muy serio, nada de risas. N. no entendía nada de lo que decían, quizás porque hablaban en otro idioma o quizás no. Él solo ve dos explicaciones: que fueran mormones e hicieran sus rezos y cantos o que dieran clases de idiomas.
Llegando al final de la carta, despertada tu curiosidad, te pido ayuda. Yo sé, aunque tú no sabes cómo, que tienes un amigo en la embajada de Egipto, la relación con el cual procuras mantener oculta (ya lo sabes, soy una tumba). En todo caso te pido (y sé que lo harás) que hagas una llamada a tu amigo y preguntes por V. Aquello que no estoy tan seguro que hagas es escribir una respuesta a esta carta con las respuestas de tu amigo; y es en ello en lo que entra en juego tu altruismo dejando de lado la simple satisfacción personal que supone saciar la curiosidad.

No te olvida, R