Friday, July 14, 2006

Cuando los dinosaurios dominaban la tierra

D. se levanta una día con terrible dolor de cabeza y lengua rasposa. Nota una fuerte presión entre sus ojos y una molestia punzante en la nuca. D. mira a su alrededor y, al percibir la habitación como un lugar desconocido, se pregunta “¿Dónde coño me he metido?”. Se levanta de un salto y se da cuenta, por el tacto, que no lleva zapatos, aunque sí pantalones. Sale de la habitación y se encuentra en un piso estrecho y oscuro, apenas amueblado. Recorre un corto pasillo que lleva al salón donde encuentra sus zapatos encima de la mesa del comedor, junto a una botella medio vacía de DYC. Se sienta en el blando sofá y se pone los zapatos a toda velocidad mientras intenta hacer un vano ejercicio de memoria. Hecha un ojo a la calle y es de noche, pero el piso huele a café. Busca la cocina y en ella encuentra una cafetera en marcha pero a nadie vigilándola. Registra el piso y tan solo encuentra habitaciones vacías (de personas y mobiliario), limitadas por paredes desnudas aunque maquilladas con trazos de tiza negra. D. encuentra una puerta cerrada, por la parte inferior de la cual se escapa un rayo de luz. Sí, quizás hay alguién ahí dentro. D. Golpea la madera con los nudillos sin obtener respuesta. Golpea una segunda vez y luego una tercer vez. Golpea una nerviosa cuarta vez a modo de inercia, sin detenerse luego para esperar respuesta. Se dirige a la puerta de salida y abandona el piso. Abandona el edificio y advierte que se encuentra en una parte que desconoce de la ciudad. Escoge una dirección al azar y comienza a caminar soltando vapor por la boca y maldiciendo el condenado frío que hace.

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