C., ciudadano del imperio romano, soñaba incómodo con un insistente rombo púrpura que se balanceaba sobre su cabeza. También soñaba con comida y sonrisas, con vacas y corderos. Pesadillas propias del que se ha acostado harto de vino. En un primer intento por despertarse se revolvió entre las sábanas tanto como su estómago, mientras que un punzante dolor de cabeza le privaba de lucidez. Decidió, al fin, dormirse de nuevo e intentarlo más tarde.
Despertó nuevamente horas más tarde, advirtiendo que su malestar no se había desvanecido pero que había mutado. El dolor de estómago era menor, pero se sentía mareado y le costaba respirar. Tosía y los ojos le lloraban. Desconcertado por síntomas que diferían de los habituales en sus resacas, decidió levantarse e ir a pedir consejo a su padre. Al incorporarse observó sorprendido que la habitación estaba totalmente oscura. Una oscuridad negra y espesa, una oscuridad que se podía respirar. Había humo llenando la estancia.
Creyendo que había un incendio en la casa, corrió asustado hacia la ventana para huir por ella. Curiosamente, al abrirla se le presentó un exterior más oscuro que su habitación. Apenas podía distinguirse la abundante lluvia de piedra pómez.
-¡La madre que me parió! - dijo C., ciudadano del imperio romano- ¿Qué coño le pasa a Pompeya?
Despertó nuevamente horas más tarde, advirtiendo que su malestar no se había desvanecido pero que había mutado. El dolor de estómago era menor, pero se sentía mareado y le costaba respirar. Tosía y los ojos le lloraban. Desconcertado por síntomas que diferían de los habituales en sus resacas, decidió levantarse e ir a pedir consejo a su padre. Al incorporarse observó sorprendido que la habitación estaba totalmente oscura. Una oscuridad negra y espesa, una oscuridad que se podía respirar. Había humo llenando la estancia.
Creyendo que había un incendio en la casa, corrió asustado hacia la ventana para huir por ella. Curiosamente, al abrirla se le presentó un exterior más oscuro que su habitación. Apenas podía distinguirse la abundante lluvia de piedra pómez.
-¡La madre que me parió! - dijo C., ciudadano del imperio romano- ¿Qué coño le pasa a Pompeya?